viernes, 17 de abril de 2009

El Caballo

Según lo expresa la historia y diversos hipólogos destacados como Prado (1914) y Cabrera (1945), el caballo arribó a América en 1493 en el segundo viaje de Cristóbal
ESTRIBILLO

Colón, llegando a la Isla Española, hoy Las Antillas. Desde ahí se multiplicaron extraordinariamente para posteriormente reunirse en gran número en Jamaica y México, lugares desde donde la corona concedió los caballos suficientes a los conquistadores para llevar a cabo sus arriesgadas expediciones al interior del continente americano.

Por ello, para entender mejor la formación del Caballo Chileno que hoy poseemos, tendremos que retroceder en el tiempo hasta situarnos en la península ibérica anterior a 1492, época en donde según lo expresa el ingeniero agrónomo y zootecnista de la Universidad de Chile don Uldaricio Prado, en su libro de 844 páginas, "El Caballo Chileno 1541 a 1914, Estudio Zootécnico e Histórico Hípico ", éste se redujo en su formación a tres tipos bien definidos, formando cada uno de ellos una raza o tipo, con características distintas y muy nítidas.

El señor Prado las distingue así:

1.- Tipo Español Castellano formado por:

1.1- Tipo Aborigen de las regiones de Galicia, Navarra, Castilla y Aragón, ejemplar proveniente de mezclas entre caballada autóctona europea, céltica y africana.

1.2- Tipo germánico introducido por Godos - Suecos y Eslavos, caballada nativa de Noruega, Rusia, Austria y Hungría.

2.- Tipo Español Andaluz formado por:

2.1- Caballo aborigen (Ronda, Córdoba, Sevilla; producto mezclado de los caballos autóctonos: europeo, céltico y africano).

2.2- Tipo morisco (traído por Númidas y Beréberes, que corresponden al tipo autóctono del caballo africano, introducido por musulmanes que corresponde al tipo del caballo asiático, conocido genéricamente como caballo árabe. Cabe destacar que aquí se incluye al caballo Sirio, Persa y el árabe propiamente tal.

3.- Tipo Jaca y Rocín formado por:

El tipo aborigen de Galicia, Vasco, Navarra y Andalucía; productos mezclados en los caballos autóctonos céltico, africano y europeo.

Queda claro en el estudio de don Uldaricio Prado (1914), que el punto de partida de cada uno de estos tipos provienen de aquellos que poseían los pueblos más antiguos de la tierra, los que se derivan del caballo autóctono, de tal manera que sus restos o fósiles los denotan como indígena o aborigen del país en que estos se han encontrado y clasificado como tales.

Estos caballos o razas fueron llegando a la península ibérica conforme los diferentes pueblos o naciones que la dominaron desde los tiempos prehistóricos hasta fines del siglo XV de nuestra era.

EL CABALLO EN CHILE

Los orígenes del caballo chileno se remontan al año 1540, cuando el conquistador, don Pedro de Valdivia, introdujo desde el Virreinato del Perú en su expedición los primeros 75 ejemplares entre potros y yeguas, con los que cruzó la cordillera en época de poca nieve, aunque no menos complicada, perdiendo buena parte del ganado. Tres años más tarde, don Alonso de Monroy trajo 70 productos más, los que se incrementaron con 4 remesas que llegaron desde el Cuzco, Perú, que en menos de 7 años conformaron una masa caballar de alrededor de 500 equinos, población que fue reforzada y mejorada con la inclusión de 42 reproductores escogidos de propiedad del Gobernador García Hurtado de Mendoza, siendo estos quinientos ejemplares los que le dan forma al caballo chileno de hoy.

Cabe consignar que la consolidación del caballo en nuestro territorio se debe gracias al establecimiento del primer criadero en Chile a cargo del padre Rodrigo González de Marmolejo en los sectores de Melipilla y Quillota.

En su desarrollo la historia nos dice que los guerreros araucanos incorporaron a sus filas el caballo en 1585, y se familiarizaron tanto con él, que en poco tiempo fueron jinetes más diestros y valientes que los mismos españoles. Luego viene el mestizaje del indio con el español dándole origen a los naturales o criollos, raza que según el historiador jesuita, Padre Miguel de Olivares, se caracterizó por su apego a los juegos ecuestres y por destacar la calidad y hermosura de sus caballos, afición, por cierto, heredada de los genes hispanos, toda gente de caballería.
Al respecto el sacerdote escribió: "Es cierto que la noble calidad de los caballos justifica la demasiada afición que les tienen los naturales. Son admirables en la celeridad de la carrera, en el aguante del trabajo, en el brío de acometer en los riesgos, en el garbo del movimiento, en el coraje, en la docilidad y obediencia, y en la hermosura de la forma". Hace más de quinientos años el sacerdote nos describía lo que fue, y sigue siendo, el caballo chileno, condiciones que se ven hoy expuestas en toda su magnitud en nuestras exposiciones y especialmente en el deporte nacional: el rodeo.

EL CABALLO CHILENO EN EL DEPORTE

La historia de nuestro deporte nacional, se remonta al mismo oficial de caballería y Gobernador, don García Hurtado de Mendoza, soldado altamente capacitado en adiestramiento y juegos de destreza.

Durante su mandato ordenó que cada 24 y 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago, patrono de la ciudad, se reuniera el ganado en lo que hoy es la Plaza de Armas de Santiago para ser marcado y seleccionado.
Posteriormente y en cumplimiento de una ordenanza del Cabildo, se hizo obligatorio ese rodeo. Aunque el escenario fue el mismo, la fecha se fijó para el 7 de octubre, día de San Marcos. El objetivo se mantenía, pero ya se exigió que la labor de traslado a los diferentes corrales, la hicieran jinetes en caballos extraordinariamente adiestrados.

Fue a fines del siglo XVII que el rodeo comenzó a reglamentarse. La pista en que se separaba el ganado tomó la forma rectangular y tenía una longitud de 75 metros. Los jinetes retiraban el ganado de los corrales y en la pista central debían demostrar todas sus habilidades para apartarlo y conducir el suyo sin ayuda de otros jinetes. Toda esta acción estaba reglamentada y los jinetes más diestros fueron objeto de grandes honores.
En 1860 se impuso definitivamente la medialuna. El corral cambió su forma rectangular dándole paso a la circunferencia que hoy conocemos, la que en su interior posee un apiñadero en donde se encerraban 30 cabezas de ganado y desde el cual cada pareja debía sacar el animal de sus marcas sin más ayuda que su habilidad. Con el tiempo surgieron las quinchas donde debía realizarse la atajada y junto con ello los puntajes premiándose la labor con puntos buenos y malos.
En 1927, durante el gobierno de don Carlos Ibáñez Del Campo, se dictó la ley que rige las corridas en vacas, quedando el Rodeo Chileno bajo la tutela de la Dirección de Fomento Equino y Remonta del Ejército, institución que hizo obligatorio que en cada rodeo se corrieran dos series exclusivas para reproductores fina sangre chilena, calidad que se determinaba a través de la inscripción de ellos en los registros genealógicos, a cargo de la Sociedad Nacional de Agricultura.

LA CRIANZA DEL CABALLO CHILENO

El paso definitivo se dio en el año 1946, con el nacimiento de la Asociación de Criadores de Caballares, hoy Federación de Criadores de Caballos Chilenos, institución fundada por un grupo de visionarios que en forma clara y precisa reglamentan la crianza de caballos y que como objetivo se proponen difundirla y mantenerla en el tiempo, además de controlar el rodeo en esos años.

Su primer Presidente fue don Alberto Echeñique Domínguez junto a sus grandes colaboradores como los señores Gustavo Donoso Letelier y Raúl Pavéz Romero, que consiguieron que el rodeo fuera reconocido por el Comité Olímpico de Chile como el deporte nacional, situación que quedó refrendada el 10 de enero de 1962, por oficio Nº 269 del Consejo Nacional de Deportes y Comité Olímpico de Chile.

Por 15 años la Asociación de Criadores de Caballos dirigió el rodeo dándole organización por todo el país, fomentando la crianza e impulsando exposiciones. Hombres como los señores Alberto Echeñique, Guillermo Aguirre Ureta, Juan Luis Urrutia Prieto y Fernando Hurtado Echeñique, fueron los presidentes que tuvieron la responsabilidad de cimentar lo que hoy es el deporte más importante del país, regido desde el 22 de mayo de 1961, por la Federación del Rodeo Chileno.
En cuanto a la crianza propiamente tal, La Federación de Criadores de Caballos Chilenos, reúne en su seno a 22 asociaciones de criadores del país.
Hay que dejar establecido que anualmente se inscriben más de 4.700 ejemplares de los cuales un 70 por ciento corresponde a criadores que inscriben un caballo al año; un 3 por ciento a criadores que inscriben hasta 3 caballos anualmente, dejando el 27 por ciento restante de la producción anual a los criaderos grandes, entendiéndose como tal a los planteles que inscriben más de 5 caballos cada año.

Según cifras obtenidas en la Sociedad Nacional de Agricultura, se estima que existen vivos alrededor de 34 mil caballos en Chile.


LA RAZA CHILENA

El Caballo Chileno a solo un año de haber entrado en el tercer milenio, se ha mantenido intacto por más de 400 años gracias a la visión y esmero de los conquistadores que encontraron en este fiel amigo a su mejor herramienta. Recordemos que estos españoles se convirtieron en el hacendado y este en el huaso chileno. Vale Aclarar que todos ellos dirigían su reproducción personalmente, a diferencia de lo que sucedió en otras partes de América en donde el mestizaje que originó la crianza en manadas le dio origen a tipos disímiles como el Manga Larga en Brasil, El Quarters Horse en Estados Unidos y el Bagual en Argentina, por nombrar algunos. De aquella rígida forma de crianza la historia da cuenta, encontrando en ella antecedentes de numerosas crianzas entre el valle del Choapa y el río Bio Bio. Pero sin duda que en las zonas de Aconcagua, Santiago y Colchagua fue donde existieron los mejores troncos de familia que con tradición genealógica se conservan hasta hoy.
Finalmente, en esta breve historia, me animo como huaso a rescatar el adjetivo de raza a nuestro Caballo Chileno, denominación que sin base de antecedentes no fue reconocida en el "Gran Libro del Caballo", impreso de gran fama editado en España y en el que se encuentran las mejores razas del mundo, que le niega el título de nobleza al mejor caballo de américa: nuestro Caballo Chileno, el mismo ejemplar que ellos mismos trajeron y nos legaron y que la Federación de Criadores de Caballos Chilenos llevó a Salamanca en Octubre de 1992, cinco siglos después, para mostrarles lo que habían perdido desde que fue traído a América.

Raza, la negación y la impropiedad del concepto y del lenguaje aplicado a nuestro caballo por los zootecnistas foráneos, queda nula al entenderse lo publicado en "El Gran Libro del Caballo" que cualquier equino del mundo no es raza, sino que tan solo una variedad en su tipo. Esto lo aclaran al reconocer que el conjunto, o grupo de individuos de la misma especie que tienen uno o varios caracteres secundarios comunes constituyen "una variedad" o raza. Entonces, bajo esta premisa del prestigioso libro español, podremos hablar de raza andaluza, árabe, inglesa y argentina como figura el caballo de polo de nuestros vecinos.
Con mayor razón vale entonces alegar que este caballo, la casta caballar chilena, o como quieran ponerle, no fue contaminada en los criaderos fundamentales por cruzamientos con razas, tipos o variedades llegadas posteriormente a América como lo fueron los caballos ingleses o de tiro, así lo permite asegurar el "Stud Book de la Raza Chilena", más de 109 años de certificación, puesto que de nuestros productos se tiene conocimiento preciso de las genealogías que lo anteceden.
Por todo aquello es que hacemos un justo reconocimiento a los criadores antiguos y actuales, aficionados, admiradores y, especialmente, a nuestro Caballo Chileno.

Vicente Pérez A.
Criador y Huaso de Colchagua

Bibliografía:
Uldaricio Prado P. "El Caballo Chileno" (1914).
Francisco Antonio Encina: Varios tomos Revista Asoc. Criad. Cababallos Chilenos.
Tomo 1 "Stud Book de la Raza Criolla Chilena"
Eduardo Porte F.: "Evaluación Técnica del Caballo Criollo Chileno" (1993)
CABRERA A. "Caballos de América" Edit. Sudamericana Bs. Aires. Argentina.

Fuente: http://www.huasosyrodeo.cl

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